sábado, 22 de febrero de 2014

A una niña en 1876

Pena, sorpresa y perplejidad te causará saber la rara enfermedad que me aqueja desde que te fuiste. Llamé al médico y le dije: "Deme alguna medicina, porque estoy cansado". Él me contesto: "¡Pamemas y memeces!"  Usted no necesita medicinas: Métase a la cama!" Le objeté: "No, no es uno de esos cansancios que piden cama. Es un cansancio facial" Él dictaminó muy serio: "Ah, es la nariz la que está cansada: por meterla en todas partes! Típico de temperamentos curiosos". Más yo le contesté: "No, no es la nariz, quizá sea el pelo". Entonces con aire más grave aún declaro: "¡Ah, ya lo veo!, usted es de los que, cuando habla, trae siempre las cosas por los pelos: el típico cansancio de gente irreflexiva". "No -le corté-, el cansancio es más bien arriba de la barbilla." Y entonces, con aire aún mucho más serio, dijo: "¡¿Camina usted mucho sobre la barbilla últimamente?". "No", le contesté, a lo cual añadió él: "Bueno, el caso es delicado. ¿No será en los labios?". "Naturalmente -le dije- ¡Ya lo creo que sí!" Entonces, con aire muy muy serio, me dijo: "Creo que ha estado usted dando demasiados besos". "Fue uno solo a una niña amiga mía". "Piénselo bien -me advirtió-, ¿Está seguro de fue uno solo?" Lo pensé bien y dije: "Tal vez fueron once". Entonces decretó el doctor: "Recuerde, ¡ni un beso más hasta que no tenga del todo descansado los labios!". "Pero qué voy a hacer -le dije- si le debo ciento ochenta y dos?" Él, entonces, miró con cara tan patética que hasta le saltaron las lágrimas: "Puede mandárselos en una caja". Yo entonces me acordé de una caja pequeña que una vez había comprado en Dover con la vaga intención de regalársela a alguna niña. Así que los he empaquetado, con sumo esmero, todos; dime, cuando los recibas, si te llegaron intactos o si alguno se perdió por el camino.

De haberlo pensado antes, cuando estabas aquí, te habría tomado las medidas en la misma puerta donde marqué las de Xie y otras amigas pequeñas. Por favor, dime tu altura exacta (sin zapatos) y la marcaré ahora.


Tu amigo que más te quiere, Lewis Carroll