jueves, 26 de agosto de 2010

Recien llegado


Tierno no?

















Emanan dulzura, suavidad, paz, inocencia... amor.

Y pensar que no son de otra naturaleza que no sea la nuestra. Distintos a nosotros, los grandes y adultos. A los que se le mancha la piel, se les cae el cabello, los que se tiñen el cabello, los que tenemos las extremidades
más largas. Pensar que somos los mismos. Los que nacimos algún día e hicimos inmensamente feliz a una madre o a un padre. Los que emanamos ternura y una piel sonrojada por la sangre roja y fresca que nos recorre el cuerpo.

Pensar que no cabía conciencia aprendida en el pequeño e inteligente cerebro. Pensar que no cabía maldad en la única conciencia innata que poseíamos que era la de tener hambre, sueño, y recibir amor. Pensar que no cabía desdicha. Pensar que no había espacio para querer ser alguien o algo distinto a lo que eramos, no mas que simples y adorables criaturas del universo.

Con lagrimitas puras sobre piel aterciopelada que provocan embeleso.

Manitas arrugaditas del poco tiempo que llevan extendidas con uñas delgaditas y que brillan
con esencia.


Con labios rosados e hinchados pronunciando un dócil suspiro entre cada respiro.

Gusto o disgusto sin mesura.

Únicos, originales, absolutos. Más que cualquiera de los grandes.


Pero si somos los mismos. Qué ha pasado, qué ha cambiado, quién nos ha ensañado a ser lo que ahora somos, quién nos ha quitado nuestra esencia y belleza de origen.