miércoles, 24 de junio de 2009

Ayudándo-te-me-nos

Por qué la quieres; la conociste en el día,
en silencio, y sin miradas,
solo una fugaz sombra observabas,
desato sonrisas sin razones lógicas,
permitiste que su olor penetrara así.

Qué ves en él,
no viste nada,
qué razón lógica te hizo voltear a verle,
desató perturbación,
te llenaste de inquietud, y más aún luego de conocerle y saber quien y como era.

Qué esperabas de ella,
no prometió nada,
te dijo la verdad,
la verdad es que te amaba,
sin saber por qué,
sucedió tan rápido,
fue sublime y sutil.

Qué sentías por él,
si sabias la realidad,
que el mar no es tuyo, que el sol tampoco,
que lo puedes disfrutar con distancia,
luego no te debías quejar,
de que no respondiera a tú llamado.

Por qué la juzgas,
por qué no comprendes,
si ella tampoco era solo tuya,
como la lluvia no es de nadie, y sin embargo moja a todos,
era perfecta y se lo hiciste saber,
perfecta para ti,
pero no tú para ella.

Y ella lo esperaba, lo anhelaba,
lo que más deseaba era tenerlo para ella,
y él no entendía su tristeza,
no comprendía que el amor es incomprendido,
y ella solo quería llenar lo que había acostumbrado a tener lleno,
y él no sabia como complacerla,
ella pedía más y el comprendía menos,


... y cuando dio un paso, el lo aceptó pero le reprocho, ella sabia que había dado un paso equivocado, un paso causado por la decepción, pero no había un motivo para arrepentirse, y continuo. No se sintió perturbada por sus acciones, ni lo vio como una amenaza, lo vio como una queja del corazón, y también ella lo aceptó.

Nadie tiene el derecho de juzgar los actos de los demás que parten de la necesidad del corazón.