domingo, 26 de abril de 2009

Soy fuego, soy lumbre.



Donde comienza la llama se seca la humedad.
Y es que tengo algunas cenizas debajo de mis talones,
que si se esparcen con el viento pueden abrasar o incinerar a alguien;


No tengo raíz,
no tengo tallo, pues yo misma los he calcinado.


Tengo una luz adentro que se alimenta del calor;
si, tanto calor,
debe ser mi motor de energía,
y mi combustión mi sudor.

A veces es un defecto,
a veces una virtud,
a veces es un orgullo,
a veces es habladuría de un signo pronosticado,
a veces quiere apagarse,
o quiere ser apagado,
quiere bajar la intensidad
y no morir del mismo fervor.

La hoguera se acrecienta y cada vez más difícil será calmarla,
porque además va a velocidad de una flecha disparada.
Es difícil controlarla.

Cada vez es más complicado influir en ella,
cada vez quiere más leño,
cada vez es más desconocida de mi,
más abominable, codiciosa, ególatra y exasperante.

Quizá no la sepa aprovechar y esta gritándome a todo pulmón que la agote.
Porque es como yo,
es lo mismo que yo,
es exhibicionista y calculadora,
y a la vez indulgente porque no termina de consumirme,
es formidable,
es impermeable,
es impúdica y lujuriosa,
es sumisa porque no hace ruido, pero le encanta que se den cuenta de ella sin realizar conductas intransigentes,
es centro de atracción entre varios elementos universales: Es fuego, llama, candela, hoguera, lumbre interminable e indeterminable.





Permiso, hazte a un lado, no quiero quemarte.


Soy dura.


Podré hacerte doler desde los huesos hasta las vísceras sin ni siquiera tocarte.


Parezco otra cosa.


Pero lo mejor de mí es que:


no soy fría


y soy de las que más sienten.




Si, es hora de dormir.