lunes, 30 de julio de 2012

Soto soy por aentrico el hueso


Del Soto sé que soy. Aunque en la cédula no aparezca más que Medina y Mota (sin quitarle peso a mis dos geniales apellidos). Y lo que llevo no le llamo vena artística sino tuétano artístico de origen Soto.

Soto, ese difunto artista guayanes ha de ser mi tío abuelo, el hermano de mi abuelo materno Rafael Soto, y del que siento enorme orgullo, a quien me hubiese encantado conocer un poco más en vida.

Vivo rodeada de sus obras, vivo inspirada y emocionada con solo saber quien es el autor de estas tremendas obras colgando y despegando arriba y abajo en mi lugar de trabajo. Y cuando visito mi ciudad natal me gusta estar en donde descansaba echado en chinchorro o hamaca bajo el típico sol caliente de Ciudad Bolívar en una zona llamada Negro Primero.

Osada en decir que teníamos mucho en común. Y no hablo de la preferencia a las artes, sino de las ganas de darle otro tono al mundo. Las ganas de vivir con la armonía. La armonía de crear, la de construir, la de inventar, la de interpretar, la de dar forma, la de regalar a los ojos de quienes quieren disfrutar  la belleza de la vida creada por las manos y los pies del hombre. Que orgullo llevar el Soto, que contenta y satisfecha estoy de haber venido de las raíces que han hecho germinar lo que ahora soy y lo que cada día seré.

Mamá falleció y ella también llevaba la herencia sensible. Estudiaba en la Casita de Títeres de Ciudad Bolívar, y andaba por allí contenta de "arriba abajo" sabiendo que su tío era un artista.